Carito Figueroa
noviembre 15, 2023
In niño... En un tiempo lejano, cuando las historias susurraban secretos al viento y el mar contenían misterios inexplorados, ocurrió un evento insólito: el día en que un modesto libro conquistó el vasto océano.
En las estrechas callesjuelas de un puerto antiguo, vivía un niño llamado Samuel. A diferencia de los jóvenes de su edad, Samuel no anhelaba jugar con juguetes convencionales. Su fascinación yacía en las páginas impresas, en las palabras que cobraban vida en su imaginación.
El pequeño tesoro de Samuel era un libro, no uno ostentoso ni adornado, sino un compendio sencillo con historias que encerraban la esencia de la humanidad. Entre esas páginas, encontré la clave para entender el mundo que se extendía más allá del horizonte.
Un día, mientras Samuel hojeaba su libro junto al puerto, un majestuoso barco llamado "Maravilla Azul" atracó. Era comandado por la intrépida Capitana Eleanor, una mujer cuya sede de conocimiento rivalizaba con la profundidad del océano.
Intrigada por el niño absorto en su lectura, la Capitana se acercó. Samuel, con ojos brillantes, compartió las historias que había descubierto. El libro, aunque modesto en apariencia, reveló secretos del mar, sus criaturas y las leyendas que bailaban sobre las olas.
Con el conocimiento como su brújula, la Capitana Eleanor decidió zarpar hacia lo desconocido, llevando consigo no solo la carga de mercancías, sino también las historias que Samuel le había regalado. La "Maravilla Azul" se convirtió en un barco de sabiduría, navegando hacia nuevos horizontes de entendimiento.
El viaje no estuvo exento de desafíos. Tormentas rugieron y sirenas cantaron, pero la tripulación, inspirada por las historias del modesto libro, enfrentó cada prueba con valentía y sabiduría.
En cada puerto, la Capitana compartía las enseñanzas de Samuel. Así, el conocimiento, como las olas que acarician la costa, dejó su marca en cada rincón del mundo conocido.
El día que el libro conquistó el mar no fue simplemente una travesía, sino un testimonio de cómo las palabras pueden transformar no solo a aquellos que las leen, sino también a los que las llevan consigo en su travesía.
El secreto es ... en la siguiente aventuta lo sabrás...
Y así, entre páginas y olas, concluye esta historia, recordándonos que, a veces, los tesoros más grandes no se encuentran en cofres dorados, sino en la capacidad de compartir y aprender que reside en cada corazón que busca conocimiento.
Samuel creció en sabiduría y ese pequeño libro, fascinado por el mar un día, decidió tener sus propias aventuras...