Carito Figueroa
marzo 9, 2023
Hacer o no hacer... ¿pregunta o realidad?
En el frenético ritmo de nuestras vidas diarias, a menudo pasamos por alto el poder de nuestras acciones y la forma en que respondemos a las circunstancias que nos rodean. Permitimos que nuestros objetivos se conviertan en meros números y nos olvidamos de apreciar verdaderamente lo que está frente a nosotros.
Nos hemos acostumbrado a buscar la gratificación inmediata, dejando de lado la posibilidad de disfrutar cada experiencia de forma exquisita. Nos hemos vuelto consumidores compulsivos, atrapados en un ciclo de deseo y desuso, sin profundizar en el ámbito mental.
Pero aquí está la verdad: si dejamos que nuestro cerebro primitivo gobierne nuestras acciones, siempre seremos reactivos ante los desafíos diarios. Retrocedamos en el tiempo, al período cuaternario del Pleistoceno, cuando nuestros antepasados se asustaban ante los fenómenos naturales y lo desconocido, debido a la falta de desarrollo de su neocórtex. En aquel entonces, atribuían divinidad a todo aquello que no podían controlar. Hoy en día, esos ídolos falsos se han convertido en tendencias que no siempre llevan a la humanidad por el camino correcto, sumiéndonos en el caos.
Basta con observar la historia cíclica de la humanidad, que repite las mismas caídas una y otra vez al olvidar lo que nos lleva hacia la armonía. Es más fácil seguir el camino de la comodidad que luchar por una causa que trascienda en lo personal y lo colectivo.
Por naturaleza, los seres humanos somos seres compartidos, pero a menudo perdemos esa capacidad debido a la influencia negativa de decretos, palabras y mandatos que nos enseñan desde la infancia que "lo tuyo es tuyo". Esto nos limita, impidiendo nuestro desarrollo psicoemocional y nuestra capacidad de desprendernos.
Las nuevas generaciones han caído en el valor del consumismo y la inmediatez, perdiendo la capacidad de disfrutar el proceso y demeritando la importancia de hacer o no hacer. Todo se reduce a un simple clic, donde pueden ser sensibles a una causa pero no comprometerse a largo plazo, dejando las circunstancias en el olvido como un simple estado en Facebook.
Es interesante cómo la brecha generacional se ha ampliado por un lado y estrechado por el otro. Recordemos que cada generación abarca un período de 10 años, pero ahora la adolescencia se extiende hasta los 25 o incluso los 30 años. En contraste, en tiempos pasados, a los 16 años ya se era padre o madre de familia.
La decisión de hacer o no hacer a menudo se convierte en una moneda al aire, incierta y fluctuante.
Todo esto nos lleva a depender en exceso de la tecnología, lo cual nos ha convertido en seres más rudimentarios que nuestros antepasados de las cavernas. Ellos sabían cazar, recolectar, trabajar la piel y sobrevivir a las glaciaciones. Nosotros, en cambio, nos hemos vuelto incapaces y, en especial, aquellos que vivimos en entornos urbanos.
Sin embargo, debemos recordar que todavía poseemos esa capacidad de
actuar y decidir. Tenemos el poder de hacer o no hacer, de marcar la diferencia en nuestras vidas y en el mundo que nos rodea. Es hora de despertar esa capacidad y guiar a las futuras generaciones hacia un cambio verdadero.
No podemos permitir que la pasividad y la indiferencia nos consuman. Es momento de volver a conectarnos con nuestra esencia compartida, de dejar de lado el individualismo egoísta y trabajar juntos hacia una causa que trascienda nuestros intereses personales.
Aprendamos de la historia y rompamos el ciclo repetitivo de caídas y olvidos. No se trata solo de buscar la comodidad, sino de abrazar la lucha correcta. Es hora de valorar cada experiencia, de disfrutar cada paso en el camino y de comprometernos con aquello que realmente importa.
Debemos recordar que somos seres dotados de habilidades y capacidades únicas. No permitamos que el avance de la tecnología nos vuelva más primitivos. En cambio, usemos esa tecnología como una herramienta para potenciar nuestro desarrollo y alcanzar metas aún más grandes.
Es el momento de dejar de lado las limitaciones impuestas por el consumismo y la inmediatez. Recordemos que nuestras acciones tienen un impacto, y que la responsabilidad de hacer un cambio positivo recae en cada uno de nosotros.
Así que hagamos un llamado a despertar, a tomar acción y a liderar el camino hacia un futuro mejor. Dejemos de ser meros espectadores de nuestra propia vida y de la sociedad que nos rodea. Aceptemos el desafío de hacer que las futuras generaciones sean verdaderamente útiles ante el cambio mundial que está por venir.
El poder está en nuestras manos. Hagamos uso de él y marquemos la diferencia que el mundo necesita. Juntos, podemos crear un futuro más brillante y significativo para todos.
¿Estás listo para asumir el desafío?...
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