Carito Figueroa
septiembre 13, 2024
El derecho y la libertad es uno de los conceptos más valorados en cualquier sociedad. Sin embargo, muchas veces olvidamos que no puede existir sin la protección del derecho. La presencia de leyes justas y de un sistema legal bien estructurado es lo que realmente garantiza que nuestras libertades se mantengan intactas y que podamos vivir en paz y armonía. En este artículo, analizaremos cómo el derecho y la libertad están estrechamente relacionados, y cómo un sistema judicial imparcial es esencial para proteger nuestra autonomía individual.
El derecho no es simplemente un conjunto de reglas y normas. Es el mecanismo mediante el cual se asegura que cada ciudadano pueda ejercer su libertad sin interferir en los derechos de los demás. En ausencia de un marco legal adecuado, la libertad se convierte en algo frágil y fácilmente explotable por aquellos con poder o influencia. Imagina una sociedad sin leyes claras, donde no haya límites establecidos ni protección ante abusos. En ese escenario, la libertad sería inalcanzable para la mayoría.
Por eso, el derecho es el verdadero guardián de la libertad. Garantiza que, como ciudadanos, todos tengamos las mismas oportunidades y protección ante la ley. Es un equilibrio delicado entre garantizar las libertades individuales y proteger los derechos colectivos. Así, se establece un entorno en el que todos pueden prosperar sin temor a que sus libertades sean arrebatadas.
Hemos olvidado realmente el valor del derecho.
A menudo, se piensa erróneamente que el derecho limita la libertad. Sin embargo, la realidad es que ambos conceptos se complementan. Las leyes, cuando son justas, permiten que la sociedad funcione de manera armoniosa, asegurando que las libertades de unos no invadan las de otros. El derecho actúa como el marco que define qué se puede hacer y qué no, de tal manera que se garantiza una convivencia pacífica.
Cicerón, uno de los pensadores más influyentes de la Roma Antigua, lo expresó de manera inigualable: “Somos esclavos de las leyes para poder ser libres”. Esta reflexión sigue vigente hoy, recordándonos que las leyes, lejos de ser una carga, son el vehículo que protege nuestra libertad.
Sin un sistema legal fuerte, las libertades quedarían al arbitrio de las circunstancias. El derecho establece una base de confianza para que podamos actuar sin miedo, sabiendo que nuestras acciones están protegidas, siempre y cuando respetemos los límites que protegen los derechos de los demás.
No basta con tener leyes bien escritas; es fundamental contar con un sistema judicial eficiente, que se aplique de manera equitativa y sin favoritismos. Cuando la justicia es imparcial, los ciudadanos sienten que sus derechos están resguardados, y esto fortalece la confianza en las instituciones. Por otro lado, cuando el sistema legal es corrupto o parcial, las libertades se ven amenazadas, ya que quienes tienen el poder pueden manipular las leyes a su favor.
Un sistema judicial fuerte no solo promueve la justicia, sino que también actúa como una barrera contra los abusos de poder. Los jueces deben ser imparciales y aplicar la ley de manera equitativa, sin importar el estatus social o económico de las personas involucradas. Solo así se puede garantizar que el derecho realmente proteja la libertad de todos los ciudadanos, no solo de unos pocos privilegiados.
Para ilustrar cómo el derecho puede impactar en la vida cotidiana de las personas, revisemos dos testimonios de ciudadanos que han experimentado los beneficios de un sistema legal justo:
Ana María Gómez, una activista social, comparte:
"Vivir en un país donde se respetan los derechos civiles ha sido un cambio significativo en mi vida. Antes, temía expresar mis opiniones por miedo a represalias, pero con la protección legal de la libertad de expresión, puedo hablar con seguridad. El derecho me ha dado una voz y una plataforma para defender mis creencias".
Jorge Ramírez, emprendedor, también destaca:
"El sistema legal de mi país ha sido crucial para el crecimiento de mi negocio. Las leyes que protegen los derechos de propiedad y las normativas claras sobre contratos han hecho que mi empresa prospere. Sin este respaldo legal, habría enfrentado innumerables obstáculos y no habría podido innovar con la libertad que tengo hoy".
Cicerón, uno de los grandes oradores y filósofos romanos, capturó de manera precisa la esencia de la relación entre el derecho y la libertad. “Somos esclavos de las leyes para poder ser libres”, escribió. Esta frase, que ha trascendido el tiempo, encapsula una verdad universal: las leyes, cuando son justas, no restringen nuestra libertad, sino que la aseguran.
Hoy en día, el pensamiento de Cicerón sigue siendo una reflexión válida sobre el poder del derecho para protegernos de la tiranía y la anarquía. El derecho no es solo una colección de normas, es un pacto social que establece los límites dentro de los cuales podemos ejercer nuestras libertades de manera segura y responsable.
Cuando el derecho no logra proteger la libertad, las consecuencias pueden ser devastadoras. En muchas regiones del mundo, las leyes se han utilizado para oprimir, en lugar de liberar. Gobiernos autoritarios manipulan las leyes para silenciar a sus críticos, restringir la libertad de prensa y controlar a la población. En estos contextos, la libertad se convierte en un privilegio reservado para unos pocos, mientras que la mayoría vive bajo constantes restricciones.
La corrupción dentro del sistema judicial también es un factor clave en la erosión de la libertad. Cuando la justicia se puede comprar, las leyes pierden su propósito fundamental, y los derechos de los ciudadanos más vulnerables quedan desprotegidos.
En resumen, el derecho y la libertad están profundamente entrelazados. Un sistema legal justo es lo que permite que nuestras libertades individuales prosperen en un entorno seguro. Sin las leyes que regulan nuestras acciones y protegen nuestros derechos, la libertad sería insostenible. Es nuestra responsabilidad como ciudadanos defender y fortalecer el derecho, no solo para nosotros, sino también para las generaciones futuras.
Recordemos las palabras de Cicerón: “Somos esclavos de las leyes para poder ser libres”. Solo a través de un marco legal sólido y equitativo podremos garantizar que nuestra libertad no sea solo una ilusión, sino una realidad tangible y duradera.
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